jueves, marzo 20, 2014

Negro que te quiero negro

Ya pues negro, concédame esta pieza
tanto miedo que me da pedírtela
tantas ganas de que fuera cierto

Pucha negro, sucede que la verdad
se me cae sobre los hombros
junto con este valsesito suave
que quisiera compartir contigo
remontando el tiempo
que perdí sin tí

Es que negro
yo nunca hubiera querido
tener que dejar el vals que bailamos
el ruido de los djembés
los compases disonantes
que de una u otra forma
armonizaron

jamás hubiera querido
dejar de amarte en cada sorbo
o de verte hecho carne de cañón
debajo de mis muslos malogrados
por la angustia de la fugacidad

por eso negro es que te pido
que en el fondo de tu sien me guardes
que mientras reposas
allí en otros brazos
sepas que los míos, aunque dormidos
todavía no he querido bajarlos

y aunque tenga que hacerlo por la fuerza
te vuelvo a repetir en mi congoja
yo nunca hubiera querido
dejar de bailar
nuestro vals de la secreta compañía
escondido en las cuatro paredes de tu pieza
con ese dejo amargo
de la fugacidad de nuestra noche

Estas mismas noches de calor compartidas
estos temores del alma
esta pasión que se encabrita
ese trémulo de cuerpo
esa sed tuya y mía
resuenan con este valsesito

y cuando pase por las calles de santiago
te habré de recordar
por mal nacido
en esa tierra
donde puse mis fieras ansias de ser libre
bien llamada es, por cierto
ciudad traicionera

Música de Vida

Esta es música de hombres de grandes urbes, que huyen y reniegan de al menos una de las madres que los parió, como queriendo derrocar a la ciudad amurallada. Hombres que dicen que no reniegan de las madres, que están con sus luchas y que comprenden sus pesares, aun llevándose al mundo por delante, aun sabiendo en sus internos fueros que no podrían ser los mismos si ellos tuvieran el vientre cargado de vidas por venir.

De cualquier modo, con esos bombos andinos, con esos charangos y quenas, vibran las entrañas que quieren jugar el juego sin salir perdiendo. Vibran sus dedos y palmas, sus pieles y pelos, sus ojos muertos de tanto aire y de tantos sueños.

A mí me quedan pocas opciones. La contemplación, la danza, mis ojos abiertos siguiendo el oleaje de esas incógnitas mareas... poca chance de escapatoria, y no porque no pueda sino porque estoy en plena consciencia de la necesidad de este proceso, de este caminar contiguo, de este renacer de voces. Si vuelve, si reflota, hay que vivir lo que se siente. Todas las mañanas y todos los albas, con café latte o sin él, con miradas o con música, con recuerdos y con presente. 

Porque nEEEEEEgro que te quiero negro, que te me hundiste en el fondo del vientre, que me socavaste los anhelos oxidados. No te puedo sacar de acá del cuerpo, no con esa lumbre que irradias sin saber y sin temer, y mucho menos con ese hambre voraz que me dejas, de meterme yo así en tus entrañas, de repicar dentro de ti como campanas. Algo tendrá que ver ese deseo estéril de sanar todas mis yagas en tu cuerpo, y pensar que lo único que hice fue arrastrarte a mis dolores, en lugar de ofrecerte el campo de flores que siempre he sido, que a veces se ha velado por culpa de esas penas rojinegras. Algo tendrá que ver mi historia con la tuya, algo tendrán que ver nuestras máscaras de niños y nuestras pulsiones animales. Algo lejos del azar debe estar toda esta historia.

La vida algo me quiere decir, y debo descifrar su enigma incandescente.