sábado, agosto 18, 2012

Los de mi vida

Hace días estoy haciendo un recuento mental de mi larga historia, de mis avances, de las calles y rutas que he recorrido sin ver ni verme, de las mismas que han contado con mi plena consciencia. Ha sido un viaje bonito, una buena expedición que quisiera alargar mucho más cuando llegue a vieja... quiero alargarla y sonreír, y envejecer tranquila, y morirme no parca sino lozana, rebozante de alegría, diciendo que no me arrepiento, pensando que viví y arriesgué todo lo que quería. 

La pasión, la sangre puesta, se restringen a un eje fundamental de mi existir, a ese que todo lo mueve, que todo lo puede. La emoción es lo que pone en marcha mi cometa y lo que abre mi portal. La emoción es pasión y sangre derramada sobre los musos de mi breve pero intenso Olimpo. Estoy allí, recordando, comprendiendo lo que ha sucedido, y me gusta. Sonrío porque de la pena y las heridas he pasado a los elixires de la euforia sin problemas... fuera de clichés, lo que no me mató me hizo más fuerte.

Ellos, los buenos y malos. Los mejores y los peores. Los más agrestes, quienes me recostaron en lechos de rosas, se incorporaron como bestias y me desgarraron de una u otra forma. Me quisieron. Algunos jamás me dejaron, aunque sus cuerpos ya no estén conmigo. Otros se fueron de espíritu, pero han tenido que seguir a cierta proximidad, para su desgracia. Me tuvieron y no. Unos me tuvieron en cuerpo, otros en alma; otros en carne, hueso, calor, embriaguez, desnudez, soltura. Algunos jamás tocaron mi piel, pero hurgaron con toda libertad en mi corazón, manoséandolo de una forma muy patuda, que rayaba casi en lo asqueroso. Es desconcertante recordarlos, desde los platónicos hasta los que se definen en lo meramente concreto, porque todos van tejiendo el mismo gran manto de proezas, amueblando la casa de los triunfos y fracasos, cosiendo en mi pecho medallas de guerras bien y mal combatidas.

Hoy puedo mirarlos y sonreirles, hasta sonreir con ellos y abrazarlos de manera fraterna, sin que nada duela.

Soy una mujer con historias, y no me aterroriza decirlo. Soy una mujer que todo lo quiere, aunque sabe que no todo lo puede. El que me quiera tener, el que me merezca, sabrá domar este inquieto corazón, este espíritu libertario, estas bajas pasiones incrustadas en las movedizas arenas de mi vientre... las mismas que a todo lugar me mueven.


martes, agosto 14, 2012

Absoluto, absolutismos y absolutistas.

Estoy escuchando una canción que no es para mí, es para un hombre solo y devastado, uno de esos que se suben a la cordillera porque no encuentran respuestas en el valle central. Me fumo algo y lo recuerdo hablando de sus infinitas desgracias y luego recuerdo que cuando me encuentre añorando sus penas y queriendo cargarlas estaré en peligro. 
Yo también tengo mis tristezas, y a veces hago a otra gente parte de ellas, y a veces espero que ellos no corran peligro, que ni siquiera se me acerquen. Yo también quiero subir a la cordillera, salir a buscar lo que no encuentro, dejar botada la más inherente de nuestras cualidades, dejar botada esa idea de que tenemos que vivir entre nosotros.

Estoy solo, dijo Vicente. Solo como una pluma que se cae de un pájaro en la noche.

Sola y libre son cosas mías que quiero que todos vean y que además viajen juntas. Será posible.

Proeza de Invierno

Que me perdone mi cuaderno, pero necesito expulsar tanto pensamiento como escarcha en este día, dejar botadas las cosas que realmente debería hacer, hacer una pausa obligada y dictatorial, echar pa fuera y echar echar echar.

He expulsado por la borda cientos de inseguridades y resquemores sin sentido, me vuelvo sobre mi hombro y los miro, casi con desprecio, en una actitud altanera, sufriendo un delirio de omnipotencia impulsado por el mejor de los peores. Dejo atrás lo malo, a sabiendas de que transformado en otro cuerpo, éste se volverá a acercar y, asechante, me volverá a tentar, igual que la suerte.

(...) Qué bonita canción para una mañana como esta. Una mañana sin culpa y cargada de bohemia... no de esa bohemia de sustancias ajenas sino de las sustancias propias, del desatar de fluidos, de marañas, de uñas, de pieles y pies mestizos, de sincretismos táctiles vaticinados por los peores oráculos. Hemos reido, hemos tentado al llanto, nos hemos recombinado con sangre, rabia, culpa, miedo o estupor; la vida nos ha ofrecido un momento de tú y de mí, sin ningún significado ni más razón que retornar hacia nosotros mismos a mirarnos los ombligos que siguen esperando la apertura de las grandes alamedas de las cuales sólo tenemos una en donde no paseamos precisamente libres. ¿Y qué? Me lo pregunto porque al final, presos o no, nos tomamos los espacios y dejamos que nuestros sentidos se deleitaran, a destajo, sin límite.

Eso es lo que importa. No la cantidad de dedos que me palparon ni las noches febriles que debo explicar de otra manera a los que no comprenden mi manera. No los tragos amargos que a veces tuve que tomar, ni los sentimientos involucrados a causa de la publicidad y la presión social producida por la sobrevaloración del amor. No. La vida está llena de puras pescás y a veces se nos pierden los lapsos más sabrosos de ella por reparar en inconsistencias. Mi deber es nadar, mi deber es palpitar, mi deber es enrojecer, mi deber es trabajar con empeño en aquello que quiero alcanzar, mi deber es hacerte bien a tí y a todos los que me plazca, mi deber es dedicarme a sentir lo que me entregas sin teorizar, sin suspicacias, sin mirar más allá.

Cuando sea otra vez quiero que sea gris, que el frío me obligue a hacerme a tí, que a mis talones no llegue pasión alguna, que nos levantemos a cumplir con la vida y que al despedirme el viento y la lluvia me azoten no tan fuerte como las miradas que me amarraron a la cama. Cuando sea otra vez me quiero incorporar con fuerza y seguridad igual que hoy, sin sentir que algo de las amarras del lecho se me han quedado. Qué resuelta me hace sentir esta no sensación de peso, este no echar de menos ni tu peso ni tu cuerpo, este ímpetu que me permite retomar cada tarea como si nada, incluso la tarea fraternal de seguirte frecuentando.

Allá afuera me conecto otra vez con la ciudadela, la armo entre fierros, llovizna y zapatos de suela gruesa antideslizante. Veo caer sus caras como pegadas sobre la rutina, y yo que la rebané en mil pedazos no sólo siento que no encajo sino que soy parte de otro orbe. Y esto no es a causa de ningún bendito romance que irrumpió en mi vida para palear la estación más cruda de todas, no es producto de una historia añorada por largo tiempo que el destino al fin trajo a mi puerta, tampoco es atribuible a la mágica conexión que actúa cuando habemos dos que penetramos el vacío y nos fundimos siendo uno porque nada de esas cosas existe si no lo deseamos ambos, y mientras estemos en las reglas claros, mi sensación de que soy de otro orbe será una determinación muy mía, algo que quiero sentir, algo que siempre he querido que se haga cotidiano, y que nada tiene que ver contigo ni con los otros.

No sé nada de arrepentimientos, ni de tiempos muertos, ni de lloviznas bajo los juegos o viceversa. El reverso de cualquier cúpula deja ver aquello que motiva al alba a seguir levantándose, y en este caso, como debiera ser siempre el amor propio es más fuerte.

domingo, agosto 12, 2012

1:53 zarpando

Me acerqué decidida y le pregunté: "Ernesto, che, ¿qué hace un hombre como vos en un lugar como éste?". Él me mira y me contesta con los ojos cliché, touché; y yo respondo con una risa mala que dice Je ris tous les.

Después de eso, me aventuro hacia el caos y comienzo a nombrar, una y otra vez, como dejando caer los pensamientos libremente; me acuerdo de Walt Withman cuando, en una aventura contestataria a causa de la producción en serie, se puso a enumerar casi con rabia  y sin dejar el sarcasmo, protestando, resisiténdose a caer.

Yo no quiero resistirme, sino sucumbir, calar hondo, socavar y volver de allí aunque sea con un par de harapos puestos que sirvan para ocultar tal viaje. No me importa volver demasiado chascona -ese es mi propósito, de una u otra manera- ni un poco mal herida; son detalles, como ese comunicar que emerge de mi cuerpo, el que me traiciona ante los ojos de quien repara en esas sutilezas, el mismo que no se escapa de ninguna mirada felina, ni mucho menos tigrezca... ese que dice la verdad, en sus pequeños ires y venires que no saben bien a quién culpar, pues la cosa no es culpa, sino más bien autoría... no saben a quién atribuirle la firma que en mi piel, eventualmente, se plasmaría.

Resistir no es una opción. Me duele mi cuerpo. No es producto del frío ni de la bohemia si no más bien de una ausencia para la cual hay que preparar las armas, pues comprende no menos de una estación. Por lo pronto, los sabores de la vida, la piel, o las frutas tropicales no bastarán si no se degustan de manera intensa, lentísima, resquebrajada y, asimismo, con plena conciencia de que un buen hedonista sabe que los placeres se acaban... y que habrá que zarpar en búsqueda de nuevas vertientes de donde broten.


Será hasta el próximo solsticio... allí sabré dónde me encuentro.

viernes, agosto 10, 2012

Abajo el Amor

Hola guachito, ¿cómo te va?

Supongo que bien, ¡si todo está bien...! si hace años que nos decimos mutuamente lo bien que estamos, sin rendirnos nunca, sin enfrentarnos a los deseos o a cualquier instinto. ¿Qué podría estar mal? Nada, salvo nuestras febriles angustias por otros, por esos otros a los que les dimos todo y nos devolvieron poco y nada; salvo por las cruces y heridas que llevamos sobre la piel, las mismas que hoy nos reúnen, las que nos hacen converger.

Pajarito, de Dios usted no tiene nada, porque desde la negación pensamos en él; sin embargo, todo aquello que constituye su cuerpo está bendito, sobre todo las manos que Huidobro sólo atribuye a un ciego, o los ojos que sólo pueden pertenecerle a un mudo. Nada tiene usted de sacro ni de nazareno, su maldad es impresentable, burda, soez, sin límite... y es con ella que logra hacer el bien en niveles celestiales, milagrosos. Hermosa paradoja.

La próxima paradoja soy yo, que me meto en cosas a sabiendas de otras y me pongo a hacer justo lo que sé que no tengo que hacer.
Por cualquier eventualidad, hoy dejaré escrito que tengo miedo.

jueves, agosto 09, 2012

Oráculo

Primero andariega, luego adherente.
He de pasar por estas tierras como extranjera, siguiendo las normas del lugar que me recibe. Le pregunto al nativo si iba a ser ciego que Dios le dio esas manos, o mudo, porque Dios le dio esos ojos; le pregunto al nativo cómo es la costumbre en sus territorios, y la sigo, adaptándome a ver si logro ser profeta en mi visita al exterior.
Más tarde, tomo plena consciencia de que cada movimiento ha de ser hecho ligado a un otro, otro que no defino ni como cosa ni como persona, pero siento su compañía en este camino. Mi rectitud y mi línea me devuelven lentamente a mi sitio, y si se puede, salgo bien parada de toda esta funcia. 

Hay que prometer, aunque cumplir no esté dentro del plan... todavía.

martes, agosto 07, 2012

De adelante pa'trás

Como una mujer, difícil de entender... cuando la quieres más cerca de tí se arranca del papel. Cuando la quieres no está, cuando la tienes se va.

Tengo en la memoria cosas perfectas que huyen y por poco no son apuntadas. Debe ser porque pasan en segundos benditos de mi vida en donde no hay espacio para racionalizar y la ejecución se toma los espacios. El arte de hacer, de torcer, de enredar, de amar, de cocer, de quemar, de flotar, de palpar, de arrimar, de cribar, de anclar, de varar, de arribar, de apretar, de soltar, de fluir, de esparcir, de regar, de morder, de mojar, de iluminar, de nadar, de ir, de venir, de apuntalar, de erizar, de tentar, de jugar, de arrancar, de regresar, de cautivar, de cimbrar, de arrebolar, de estallar, de estrellar, de destellar y tantos otros se posicionan bien alto, primordiales, severos, certeros. Son ejes clave, son parte importante si no total.

Cuando saludo a mis recuerdos lo hago con más respeto que al Sol y me instalo por fin a tomar consciencia de lo realizado. No ha habido añoranza más perfecta que aquella que, abrigada por la Luna llena, surgió como un punto de luz en el vacío, acunado por un backround con full sorround nostálgico colegial. Todos los artes, tanto los teóricos como los puestos en práctica, cobraron razón de ser, puestos allí casi por una mano ajena que se secreteó conmigo para indicarme lo debidamente indebido, lo que tenía que probar, las aventuras que debía emprender; todo para ver, para crecer... y para terminar recordando.

Siempre es increíble el momento mientras lo vivo, pero lo es aún más cuando lo recuerdo.

Phoenix

Prometí que me levantaría, y acá estoy.

Un revés en la vida lo tiene cualquiera y yo lo sé muy bien. He sido suelo, sangre, aire, piel, voladero de luces, servilleta, guitarra tañida, masa de sopaipillas, objeto de deseo, profesional del servicio, mucama de turno, acordeón descordinado, ladrona por alunizaje, usurpadora. He tenido tantos roles y no todos por decisión propia, pero al menos puedo decir que con el currículum ya bien nutrido, me puedo aventurar en un trabajo que requiere de muchas artes dominadas para salir airosa de él.

Es menester que mi despertar de alas y cenizas hechas llama se prolonguen por medio de una perversa hoguera. Necesito llegar y volar y hundirme y quemarme lo más adentro posible saliendo ilesa. Difícil. ¿Será la única fórmula poner mi sombra a arder y no entregar el cuerpo a la quema?

Dejemos el final entreabierto.