domingo, diciembre 30, 2012

Sentido Práctico

Que me sirva. Que sirva para (des)continuar aquello que se dirige a una destrucción inminente. Que renuncie al servilismo; eso debe ser lo más importante, seguido de esa permisividad que he de darle a mi sentir para que (a)flore como es. 

Romper las ligaduras de las venas. Los lazos de la respiración y las cadenas (...). Cadenas de miradas nos atan a la tierra. Romped, romped tantas cadenas.


Esta es mi forma de empoderamiento. La única que en este momento de mi vida me faltaba. Para eso es todo esto, para tomar el control y dejar de depender de aquello que la educación me impuso, que las normas ciñeron.

Soy mía, estoy completa. Puedo pasearme por las grandes alamedas desnudas a media mañana con los labios resecos y sin Blístex, si así lo quiero. Puedo volver de la lluvia y de los truenos sin saber qué pasa, comenzando a tomar las riendas, a comprender. He tomado posesión de aquello de lo que me privaron y que siempre fue mío.

Ojo, nunca dije que no podía compartirlo.

martes, diciembre 25, 2012

Delicias de la Memoria


Estoy volviendo pues, como de costumbre. Nadie lo sabe, salvo yo. Mejor así, pienso, conformándome; es lo mejor y lo más sano, porque es mío y nadie más puede comprenderlo tan bien.

He vuelto al lugar. Es curioso ver cómo las piezas se han puesto en orden nuevamente. Cada cosa en su lugar. Ninguna otra casa de muñecas está tan ordenada. Todo lo que transcurrió fue desorden... desorden, caos, estragos, revueltas, motines; maravillosos alborotos por cierto. Ahora es como si se cerrara algo, aunque no muy firmemente. Sólo unos hilvanes disparejos sujetan un poco los cauces de río que se inquietan o se aquietan según el estímulo proveniente del exterior. Esa siempre ha sido mi consigna, no dar puntada sin hilo.

Cerrar un ciclo, ya sea con un fino hilván o con costura reforzada, implica para mí imaginar su redondez y retomar sus inicios, al menos para afirmar la última puntada, el último centímetro de amarre, que se continua de tal forma en que no se sabe dónde empieza, ni menos dónde termina... o si es que termina. Es por eso que me miro por encima del hombro. Es por eso que miro pa' trás. Es por eso que me gusta caminar, para volverme sobre mí misma y mirar el camino andando, ojalá con el Sol poniéndose detrás, bien cliché.

No quiero parar. Seguir, aguerrida, fuerte, cazadora, vehemente. Lo que más le pongo a la senda son ovarios y pies. Algunos creerán que llevo maletas de maquillaje, tacones, ropa, revistas de moda, espejos. Lo mismo da. Ovarios y pies, dije. Los viajes ya no son míos sino de mi memoria; los caminos andados, los cerros, soles, aguas, brisas, arenas, lluvias, cementos, puentes, pehuenes, altares, micros, personas se me mezclan en la cabeza y de repente en la cuchara también. Menjunje aparte son las pieles, olores, carnes, sonrisas, ropajes, lechos, paredes, sustancias, y otros psicotrópicos que me producen síndrome de abstinencia de sólo acordarme... una lenta convulsión adormecedora me invade de sólo mezclar los viajes y brebajes que sintetizan este desorden de vida que tuve mientras pude... y que tendré mientras lo goce.

Hasta que el cuerpo aguante.

sábado, diciembre 01, 2012

Preliminares (o ensayo del discurso maqueteado)


Qué entretenido rabiar contigo -dije-. Sembrarte estrellas en la nuca también.

Como no me entendió bien, me pidió que me explayara. Saber que le interesaba conocer mis ideas me produjo un alegre entusiasmo con el que me lancé a realizar tal tarea. Le conté de muchas cosas que ya sabíamos, incluso colaboró en mi labor. Las buenas noches de música a media luz, adornadas por cervezas de mediana calidad, fueron el primer argumento sólido, y luego pasamos a las irreparables distensiones causadas por las contingencias de nuestras vidas, lo cual nos pareció raro; raro porque las destacábamos justo después de las incontables veladas gratas que pasábamos acompañándonos. A mí también me produjo extrañeza darme cuenta de que la historia la estábamos contando entre dos, mal que mal, quería decir que no todo había ocurrido en mi cabeza. Pronto comprendimos que el Talón de Aquiles no es sólo una traba, también es una parte del pie, y que por lo tanto, contribuye al caminar.

Mientras Saturno atraviese mi casa cinco, habrán dos años y medio de refreno sentimental, y con esa Luna en Leo, la impaciencia se va a apoderar de mí -vaticiné-. Será una tediosa lucha contra mí misma.

Me encantó hacerle reír a carcajadas. Nada fue por azar. Recordé la mucha gracia que le causaban las supercherías como la astrología, el psicoanálisis o la fenomenología. Sigo cultivando esos saberes por curiosidad propia y para que se ría, porque en mi aire esotérico me transformo también: soy un personaje, una ficción versátil y jocosa, que de pronto puede tomar muchas formas, y como en la variedad está el gusto y en la transformación la permanencia... vamo' arriba.
Hay muchas otras cosas que recuerdo, que tengo en mente, y sin embargo me sorprendo con todos los detalles de nuestras anécdotas que mi contraparte recuerda. Parece que se pasó la vida haciendo su vida y a pesar de ello me tuvo allí sentada, esperándole en un rincón de la memoria. Los años no nos han pasado en vano (dices que ahora estás echando cuerpo, yo digo que nunca sabré cuál fue mi mejor época hasta llegar a vieja).

Así me gustaría verte, cuando estás a punto de anochecerte sobre mi persona, mirando el atardecer de verano sin pensar en el resto de los días -le dije, con mucha convicción-. Quiero ser tu tregua, y dejarte ir con el beso adherido a los labios mientas emprendes rumbo septentrional, sin saber hasta dónde ni hasta cuándo.

Te tinca?

Me decidí.


Hoy me levanté con un ideal claro. He decidido enamorarme, porque he decidido creer que amar es una decisión muy profunda y racional. Me voy a enamorar de un hombrecito no muy alto, pero muy grande, al que le gustan mis pecas y mi piel blanca cuando respira a media luz al lado suyo. Él siente una gran predilección por el misterio, por la espera; y yo hasta no hace mucho sentía predilección por las certezas y la inmediatez. Sé que le obsesiona el autoconocimiento, escarbar en todo, no mover ninguna pieza sin pensar en cada detalle y pulir cada maniobra como si se tratara de un producto de la más fina de las artes.

Este hombrecito muere por volver, y yo cada día me desvivo por salir. Las inevitables pugnas de nuestras ideas garantizan el movimiento retroalimentativo de nuestros engranajes, prolongando la historia más de lo que nos parece posible. He decidido que quiero seguir compartiendo esa mirada de asombro, cuando nos preguntamos cómo llegamos hasta aquí, y comentamos que nunca nos pareció posible.

Mi decisión contempla rituales hermosos, solemnes. Uno de los primeros es hacer las maletas, siendo consciente de que he de partir a donde los recovecos del ímpetu me lleven; las hago ligeras porque con los años y los gajes del oficio de viajera he aprendido a prescindir de los cachureos. Le secunda el peinado, ese amarre de cabello medio casual que me hago en las mañanas soleadas, y ya a media tarde me lo suelto para abrigar el cuello, para que el viento resople entre las hebras enmarañadas mientras me buscan la piel, y el deseo. Por último, ritualizo mi caminar: avanzo como una gacela, con una fuerza sagaz, medio seductora... y voy pensando que así mismito como camino es que beso. Recuerdo mis besos extraños y extrañados, mis añorados labios que los kilómetros convertían en imposibles, los distintos, los que despertaban todo y no se aproximaban a nada... ni nada. Enciendo un cigarro, mi último ritual. En mi actitud parezco displicente, aunque mis pensamientos tienen una importancia descomunal: temas de vida o muerte se debaten en mi mente que aún se tambalea entre la asención resignada hacia la adultez juvenil y el idealismo impetuoso de la adolescencia que quedó atrás.

Otros rituales no caben en este orden sistemático: pienso en tatuarme, me ajusto el cinturón del trench, me repaso los labios con fucsia, me cuelgo la mochila, enciendo el SonyWalkman, me salto las canciones que no tienen el mismo beat que mis pisadas. Me he decidido, me he decidido y voy al encuentro, y voy y me encuentro conmigo y con lo nuestro que no sé si es.

Con más actitud que firmeza. No hay pie atrás. Ya decidí. Y decidí esperar a que decidiéramos juntos.

Nos vemos la próxima semana.