martes, diciembre 25, 2012

Delicias de la Memoria


Estoy volviendo pues, como de costumbre. Nadie lo sabe, salvo yo. Mejor así, pienso, conformándome; es lo mejor y lo más sano, porque es mío y nadie más puede comprenderlo tan bien.

He vuelto al lugar. Es curioso ver cómo las piezas se han puesto en orden nuevamente. Cada cosa en su lugar. Ninguna otra casa de muñecas está tan ordenada. Todo lo que transcurrió fue desorden... desorden, caos, estragos, revueltas, motines; maravillosos alborotos por cierto. Ahora es como si se cerrara algo, aunque no muy firmemente. Sólo unos hilvanes disparejos sujetan un poco los cauces de río que se inquietan o se aquietan según el estímulo proveniente del exterior. Esa siempre ha sido mi consigna, no dar puntada sin hilo.

Cerrar un ciclo, ya sea con un fino hilván o con costura reforzada, implica para mí imaginar su redondez y retomar sus inicios, al menos para afirmar la última puntada, el último centímetro de amarre, que se continua de tal forma en que no se sabe dónde empieza, ni menos dónde termina... o si es que termina. Es por eso que me miro por encima del hombro. Es por eso que miro pa' trás. Es por eso que me gusta caminar, para volverme sobre mí misma y mirar el camino andando, ojalá con el Sol poniéndose detrás, bien cliché.

No quiero parar. Seguir, aguerrida, fuerte, cazadora, vehemente. Lo que más le pongo a la senda son ovarios y pies. Algunos creerán que llevo maletas de maquillaje, tacones, ropa, revistas de moda, espejos. Lo mismo da. Ovarios y pies, dije. Los viajes ya no son míos sino de mi memoria; los caminos andados, los cerros, soles, aguas, brisas, arenas, lluvias, cementos, puentes, pehuenes, altares, micros, personas se me mezclan en la cabeza y de repente en la cuchara también. Menjunje aparte son las pieles, olores, carnes, sonrisas, ropajes, lechos, paredes, sustancias, y otros psicotrópicos que me producen síndrome de abstinencia de sólo acordarme... una lenta convulsión adormecedora me invade de sólo mezclar los viajes y brebajes que sintetizan este desorden de vida que tuve mientras pude... y que tendré mientras lo goce.

Hasta que el cuerpo aguante.

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