sábado, diciembre 01, 2012

Preliminares (o ensayo del discurso maqueteado)


Qué entretenido rabiar contigo -dije-. Sembrarte estrellas en la nuca también.

Como no me entendió bien, me pidió que me explayara. Saber que le interesaba conocer mis ideas me produjo un alegre entusiasmo con el que me lancé a realizar tal tarea. Le conté de muchas cosas que ya sabíamos, incluso colaboró en mi labor. Las buenas noches de música a media luz, adornadas por cervezas de mediana calidad, fueron el primer argumento sólido, y luego pasamos a las irreparables distensiones causadas por las contingencias de nuestras vidas, lo cual nos pareció raro; raro porque las destacábamos justo después de las incontables veladas gratas que pasábamos acompañándonos. A mí también me produjo extrañeza darme cuenta de que la historia la estábamos contando entre dos, mal que mal, quería decir que no todo había ocurrido en mi cabeza. Pronto comprendimos que el Talón de Aquiles no es sólo una traba, también es una parte del pie, y que por lo tanto, contribuye al caminar.

Mientras Saturno atraviese mi casa cinco, habrán dos años y medio de refreno sentimental, y con esa Luna en Leo, la impaciencia se va a apoderar de mí -vaticiné-. Será una tediosa lucha contra mí misma.

Me encantó hacerle reír a carcajadas. Nada fue por azar. Recordé la mucha gracia que le causaban las supercherías como la astrología, el psicoanálisis o la fenomenología. Sigo cultivando esos saberes por curiosidad propia y para que se ría, porque en mi aire esotérico me transformo también: soy un personaje, una ficción versátil y jocosa, que de pronto puede tomar muchas formas, y como en la variedad está el gusto y en la transformación la permanencia... vamo' arriba.
Hay muchas otras cosas que recuerdo, que tengo en mente, y sin embargo me sorprendo con todos los detalles de nuestras anécdotas que mi contraparte recuerda. Parece que se pasó la vida haciendo su vida y a pesar de ello me tuvo allí sentada, esperándole en un rincón de la memoria. Los años no nos han pasado en vano (dices que ahora estás echando cuerpo, yo digo que nunca sabré cuál fue mi mejor época hasta llegar a vieja).

Así me gustaría verte, cuando estás a punto de anochecerte sobre mi persona, mirando el atardecer de verano sin pensar en el resto de los días -le dije, con mucha convicción-. Quiero ser tu tregua, y dejarte ir con el beso adherido a los labios mientas emprendes rumbo septentrional, sin saber hasta dónde ni hasta cuándo.

Te tinca?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿y Usté qué piensa?