sábado, diciembre 01, 2012

Me decidí.


Hoy me levanté con un ideal claro. He decidido enamorarme, porque he decidido creer que amar es una decisión muy profunda y racional. Me voy a enamorar de un hombrecito no muy alto, pero muy grande, al que le gustan mis pecas y mi piel blanca cuando respira a media luz al lado suyo. Él siente una gran predilección por el misterio, por la espera; y yo hasta no hace mucho sentía predilección por las certezas y la inmediatez. Sé que le obsesiona el autoconocimiento, escarbar en todo, no mover ninguna pieza sin pensar en cada detalle y pulir cada maniobra como si se tratara de un producto de la más fina de las artes.

Este hombrecito muere por volver, y yo cada día me desvivo por salir. Las inevitables pugnas de nuestras ideas garantizan el movimiento retroalimentativo de nuestros engranajes, prolongando la historia más de lo que nos parece posible. He decidido que quiero seguir compartiendo esa mirada de asombro, cuando nos preguntamos cómo llegamos hasta aquí, y comentamos que nunca nos pareció posible.

Mi decisión contempla rituales hermosos, solemnes. Uno de los primeros es hacer las maletas, siendo consciente de que he de partir a donde los recovecos del ímpetu me lleven; las hago ligeras porque con los años y los gajes del oficio de viajera he aprendido a prescindir de los cachureos. Le secunda el peinado, ese amarre de cabello medio casual que me hago en las mañanas soleadas, y ya a media tarde me lo suelto para abrigar el cuello, para que el viento resople entre las hebras enmarañadas mientras me buscan la piel, y el deseo. Por último, ritualizo mi caminar: avanzo como una gacela, con una fuerza sagaz, medio seductora... y voy pensando que así mismito como camino es que beso. Recuerdo mis besos extraños y extrañados, mis añorados labios que los kilómetros convertían en imposibles, los distintos, los que despertaban todo y no se aproximaban a nada... ni nada. Enciendo un cigarro, mi último ritual. En mi actitud parezco displicente, aunque mis pensamientos tienen una importancia descomunal: temas de vida o muerte se debaten en mi mente que aún se tambalea entre la asención resignada hacia la adultez juvenil y el idealismo impetuoso de la adolescencia que quedó atrás.

Otros rituales no caben en este orden sistemático: pienso en tatuarme, me ajusto el cinturón del trench, me repaso los labios con fucsia, me cuelgo la mochila, enciendo el SonyWalkman, me salto las canciones que no tienen el mismo beat que mis pisadas. Me he decidido, me he decidido y voy al encuentro, y voy y me encuentro conmigo y con lo nuestro que no sé si es.

Con más actitud que firmeza. No hay pie atrás. Ya decidí. Y decidí esperar a que decidiéramos juntos.

Nos vemos la próxima semana.

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