sábado, noviembre 20, 2010

Padecer


Con metáforas me describí jugando a ser plañidera por mucho tiempo. Y resultó que este rol que empecé a ocupar desde que caí en la más constante y profunda de mis tristezas a fines de 2007 se volcó en una patología.

Así es, me diagnosticaron Distimia; uno de los trastornos del ánimo más comunes... ese bajoneo permanente que no es tan pronunciado como para que todos se den cuenta de que lo tienes. Hasta yo misma subestimaba mis penas, porque clarísimo tenía que no era depresión. Sin embargo a veces, ¡me inunda tanta tristeza! Y me la pasé creyendo que jamás me pescarían en mis desalientos porque no eran enfermedad ni mucho menos eran graves.

Ahora necesito terapia. El doctor siempre cree que necesitas medicamentos. Pero yo quiero mi terapia: hablar, hablar, hablar y finalmente reorientar mi postura frente a la vida.

Está bien, con los pesos a cuestas y todo lo demás, me sigo haciendo cargo de mi vida, porque tengo que responder en ella... y bueno, me las arreglo como puedo. Averiguando en internet descubrí que eso es propio de mi trastorno; igual que alejarse paulatinamente de los "amigos". Yo me observo y a veces entre hablar o socializar, estos últimos días sobre todo, he preferido estar calladita, retirada... piola. Tan piola...

El único que me soporta así es el que está a mi lado. Como ese día en que por pena no fui a clases.

De dónde viene esa tristeza? me he estado preguntando hace días, desde que noté que tenía los pulgares para adentro.

Como tú.

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