Me pregunto si podré detenerme al escribir todo lo que tuve atorado en estos días de intensa reflexión; eso primero que nada.
Después quiero elevarte alto, pero no como Gran Muso Inagotable, sino como uno de los pequeños Musos que iluminan la veta creativa de mi ser, y me hacen recordar que la inspiración y la capacidad creativa existen... el mínimo detalle está allí, en esos catalizadores.
Me puedes apurar cualquier reacción con tu forma de moverte en los actos más sencillos; o bien en los pasos que tu cuerpo fabrica con esa intención de flirteo general; de a la que le caiga, de voy seduciendo por la vida porque nací para hipnotizar féminas y conocerlas tórridamente...
Ah, tu caminar, tus huesos, tu anatomía gruesa y tu don kinésico para enamorar con ese movimiento tan bonito me perturban en estos momentos del camino. Imposible ignorar esas piernas eternas de escalera que nunca acaban, esos pies encadenados a la justicia y tus manos cosidas por los altos cielos... sublime eres en tu físico y en tu interno.
Porque tampoco puedo obviar las penas albergadas en tu corazón, esas mismas que se te salían por cada rincón de gesto que no controlaste en medio de la inmensa noche. No puedo dejar de lamentarme por todos los malos pasos que has dado y que te han hecho pensar que sólo ella da el amor ininterrumpido. Me pregunto si yo puedo calarte como cuando quiero tallar un muslo y entrar a ver qué pasa para ayudarte, para sopesar las cosas con calma y abatir esos duelos que tienes contra tu propio caracter.
Alguien de tu estirpe no debería sufrir así.
Ah, y a tí: nadie puede obligarte a escribir SIEMPRE al mismo Muso.
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