jueves, septiembre 20, 2012

Era de Amar



Lo cierto es que después de muchos golpes, hartos porrazos, bastantes caídas y unas cuantas cachetadas emocionales puedo sentir a mi corazón aquietarse. La calma comienza a inundarme, la paciencia se recuesta a mi lado y la templanza me aborda en una larga pero amena conversación nocturna.

En el mundo de hoy, en que todo va rápido, en que es fácil cegarse con las lucecitas de la gran ciudad y enarbolar esperanzas a partir de la publicidad, las drogas, el ritmo frenético del día a día, yo me siento y me calmo y me duermo y me digo, corazón, has aprendido a dejar de pretender que de una esperanza puedes saltar al cielo.

Lo anterior no significa que niegue la magia, los fervores que me mueven o los cataclismos que me invaden cuando una turba de actores sociales revolucionarios se me amotinan en el pecho queriendo destruir el Estado de Derecho en el que me he criado. No. Me tomo las crisis con calma, a sabiendas de que esas mareas oscilantes contribuyen y son parte del cause natural de las cosas... de mis cosas.

Ya sé que puedo perder o ganar. Que puedo dejar destruido a alguien, o me pueden destruir a mí. Que puedo usar a alguien y que me pueden usar. Que alguien puede ser un fin en sí mismo para mí, como yo para otro. Que las reciprocidades son benéficas o malignas. Que así como benéfica, soy maligna. Que así como benéficos, son malignos. Que así como los espero me esperan, y que como dejo de esperar también me abandonan. Ya basta.

No preocupare. Es el momento de ejecutar, aunque con calma. Es la Era de.

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