martes, enero 27, 2015

El Epitafio del Negro

Ya he dicho que mi asistencia a funerales en estos últimos tiempos ha sido recurrente, aunque asistemática. Flasheo de repente con los rituales que despiden a mis variopintos difuntos, que no alcanzaron casi ni a sangrar antes de fallecer. 

Hoy día me acordé del negro. De ese único. El mismo que me dejó sin poder escuchar cierta música ni entonar ciertos cantos por largo tiempo, hasta que lo comencé a perdonar. Sucedió que pude cantar, y canté, y dije:

Pajarillo, pajarillo libre. De tu tierra sos y has sido, mas vos declaras que no has sido de naiden, ni siquiera de tus taitas. Palomito, palomo volador. En algún momento me invitaste allí mismito donde tu tomabas impulso para salir a planear muy lejos, mas nunca me aclaraste que todo era un préstamo. Las leonas no entendemos que a un palomo o a un pajarillo no se le pueda amarrar, tirar a pique hacia la tierra, ni hacer presa, carne o víctima. Por eso el perdón tardó tanto, porque consistía en aflojar la mandíbula. Consistía en soltar. Era reírse más y distender la constante cacería. Ni vos me lo sabías explicar, y con el tiempo comprendí que tampoco era tu deber; era yo quien debía aprender a elevar mi propio vuelo, a despegar mis patas marcadoras de territorio y asumir que esta tierra donde caigo no es de naiden, ni siquiera de sus taitas
Fuiste el primero en decirme negra, aunque era leona casi albina. Vos me miraste con ojos de cariño y yo no supe dar las gracias porque te quería enfermo. Te quería preso, te quería prieto. Te quería tan enfermizamente enredado como yo, y que terca que fui. Me tarde tanto en entender que ni vos ni tu vuelo querían ser mi puñal! Me tardé tanto en comprender que yo me auto-propiné la herida!! 

Sé que hoy he avanzando un poco más en el perdón. Que puedo volver a entonar, lo sé. Que puedo darle hoy a otro la música que vos me mostraste. Que los falsos puñales que en mí izó tu libertad me han hecho mejor amante. Por eso es que hoy no mueres, lo que muere es mi rabia. Por eso es que tu recuerdo vive en cada centímetro de piel que palpo sin juzgar; en cada cuerpo que conozco porque amo; en todas las esquinas donde entrego sin pedir tanto a cambio; en toda la sinceridad con la que suelto mis cantos.

Adiós y hasta siempre Negro. Los abrazos compañeros continuarán en esta nueva vida, y en las otras.

lunes, enero 12, 2015

Viuda de Verano

Tal como lo venía sospechando hace rato, enviudé.

Enviudé más rápido de lo que pensaba, quizás sin asistir a todos los funerales que habría deseado. Hubo muertos que por elección propia no quisieron acceder a su último sacramento, y eso no me deja tranquila.

A todos mis queridos les digo no me lloren, yo por ellos tampoco lo haré. Sólo los guardaré un poco en el recuerdo, pues les recuerdo a veces, en todas las partes de este querido único que reúne tanto de los otros como es necesario.

Una, dos, diez, siete veces. 
Amada. 
Bien y mal amada. 
Deseada. 
Desdeñada y mal enseñada. 
Furtiva, omnipotente, arisca, esquiva o profundamente entregada; 
frente a los amores eternos de cinco, tres, una o doce horas. 

Tengo flashbacks porque mi muerte ya se acerca, y se me pasa toda la mala vida del mal amor por la cabeza.

Así es la muerte, porque se abre a la nueva vida.

lunes, diciembre 22, 2014

Muerte Anunciada

"Un día un árbol me preguntó", y mis lágrimas ya no fueron dolor, sino oro puro para construir lo que viene.

No lo puedo creer. Es como si ya lo supiera. Primero no lo sabía y no se me ocurría de dónde pudiera venir. Hasta que me iluminé. Fue como una epifanía, me dijo un buen amigo.

Cuando empecé a ver, empecé a leer los signos del día y la noche, de los sucesos venideros y de los átomos que se están acomodando para dar un gran paso.

Voy a enviudar, me digo, una y mil veces. Voy a enviudar poco a poco. Voy a enviudar ese día muchas veces, de todos mis queridos.

He aquí la muerte que se acerca a la tierra como un globo que cae. Vicente siempre.

Me pongo lentamente el traje negro y me intento despedir lo mejor que puedo. Algunos me han hecho la promesa de encontrarme en otra vida, unos se ha ido sin decir palabra, un otro se niega a la muerte y se mantiene al acecho; otros dicen estarme esperando y yo me apuro para ir a verlos, para darles la cristiana sepultura, como Dios manda.

Diversas las formas de muerte que cada uno ha escogido (o no). Diversas sobre todo aquellas que sucedieron hace ya mucho, porque ahora al fin me atrevo a visitar sus tumbas. Sin ser Magdalena. Es sin llorar, como dicen en las pichangas.

Voy a enviudar y no quiero. Mi mayor temor es que el corazón que agrandé y que hinché por tantos años para dar gran cabida se apretuje y se bote a flojo.

Será el desafío entonces mantener la vivacidad, la alegría y la pena, el dolor y la ilusión, la capacidad de reponernos ante todo; con traje negro de viuda negra y con traje rojo de reina.

Reina de corazones, me quiero hacer llamar.

viernes, noviembre 07, 2014

Diagnóstico

Tengo un romance tormentoso con un sujeto llamado Santiago. Lo conozco hace algunos años, aunque no de corridos: va y viene, viene y va; voy y vuelvo de él. Le conozco una que otra ruta y le sigo los pasos, pues ya me he memorizado algunos de sus caóticos trayectos.

Me cuesta entender por qué me marca tanto, por qué me determina y me configura si no soy de él. Voy y vuelvo de él, eso ya lo dije. Está en muchos de mis recuerdos, de mis escenas furtivas.

Lo he visto claro en las mañanas, mostrándome el Sol con los brazos extendidos; besando el valle central y ascendiendo por mis colinas, a plena luz del día.

Lo he visto cerrado en las noches, bordado de luces tiritonas, de lentejuelas partidas; acribillado contra sus propios miedos, contra sus hondos silencios, contra los ruidos de sus frenos temblorosos. Allí mismito lo he visto rozándome la cara con su frío y guareciéndome en sus aleros descuidados hasta llevarme a buen puerto (vámonos a Valparaíso dijo un día).

Lo he visto ser una fiera que se acelera con el correr del día, que se persigue la cola; voraz, que acecha, que intenta huir y no tiene dónde. Pobre de él.

Una de las cosas que de él me encandilan es la música que le hace juego, como combinando con sus despreciados colores de calle antigua, de incertidumbre holgada, de sobre-transitada vereda. Resuenan en sus recovecos los recuerdos de mis primeros descubrimientos en torno a su vasto y extenso cuerpo, cuando le exploraba la piel con un poco de vergüenza pero con pasión desmedida. Me recuerdo de haberlo visto latir, de haberlo visto vibrar a mi son y al son de la música esa a la que me refiero, la que siempre digo, la que ameniza sus contornos mal delimitados.

Pasamos por épocas de clímax, vivimos juntos delirios de omnipotencia. Nos enredamos, nos perdimos: yo en él, él en mí. Santiago es un tremendo adversario y pugnábamos por quién sucumbía ante la seducción del otro. Me hice su carne y él hizo carne de mí. Fue como un torbellino y yo sin ser terremoto tuve derecho a réplica. Larga historia.

Hoy día nos encontramos y lo transito desconfiada. Ya he visto lo mejor y lo peor de su ser. Es peligroso pero embriagador. Es fabricante de artimañas y tiene espejismos en el bajo vientre. Sin embargo quiero volverme a él, hundirme en sus venas, transitar por ellas sin ningún respeto y comerme ya sin vergüenza sus rincones bien definidos.

Delicada impertinencia la mía, que con los ojos miro, con los pies avanzo, con las manos exploro, y no siento culpa.

Volvamos.

domingo, junio 01, 2014

Ni perdón ni olvido

En el marco de mi melancolía, me pongo a escuchar las guitarras que suenan como tú. Suenan como la tuya, mejor dicho. Esa palanquita que siempre me gustó. Es bonita la gorda. Guachita rica le decía yo, de cariño, te acordai?

Me acuerdo de tú y de mí (de tuuuuui de miii-i-i-iii wowowwwwoooow) escondiéndonos en los parques mal colonizados, cuando la lluvia no nos quería dejar tranquilos mientras discutíamos por una flor que cantando se vino y se fue.

Me acuerdo de nosotros escondiéndonos a las horas de martes en que todos se asoman y nosotros súper desubicados explotando a todo verde con el viento en las espaldas; y los trotes con audífonos 10 metros más allá y qué vergüenza, qué vergüenza el par de desubicados haciéndole honor a esa canción de Oasis que dice ailovit. Y bueno, alguien te mira, dicen.

Siempre nos miraron. Siempre alguien nos vio. En las murallas de tu pensamiento estaba escrito otro nombre. Yo apenas había conseguido borrar los nombres que habían en mis propias murallas.

Cientos de hombres, si me disculpas.
Juan Carlos, como un rey.
Marcelo, como el mar y el cielo.
Miguel, a secas.
Jorge.
Otro Jorge.
Pablo y otro Pablo casi pegado al lado.
Diego y Gabriel, futbolistas argentinos.
Bruno, como mi abuelo.
San Sebastián de mi devoción.
Matías y Martín, que se me confundían.
Fred.
Jean Paul.
Isaías, profeta y descendiente del Che.
Tu amigo Carlos.
Y voh po, hueón, el último de la fila.

No tengo la menor idea de cuántos nombres has juntado tú, y sin embargo, siempre supe que yo no era mujer de tu vida, nunca me vi en las líneas de tus manos tiritonas de frío, sin vino cajeao y con ganas de salir a bailar al centro.

O a mirar otras rajas, el muy maricón.

Vi dos rayas, y a las dos las tenía fichás.

Me acuerdo de cómo me gustaba tu sonrisa, pero me hacía la hueona cuando cachaba que era falsa. Nunca te vi tan feliz como en esa foto con ella, la única sonrisa real que te he visto. Pobre de mi y de tí. Ayayay dijera la hippienta chascona que tanto venerai.

Y me voy. No me ha quedado otra que retirarme lo más dignamente posible a mis aposentos de dolor. O bien por desamor o bien por patas negras.

El dolor de la patas negras es ser siempre cómplice. Pero incluso ese dolor me sienta mucho mejor que el de ser un adorno al cual se le sacude el polvo una vez a las quinientas.

Los días másLargos

Estoy nostálgica. Estoy melancólica.
Es que hoy comprendí que el amor eterno puede durar cinco horas de conversación ininterrumpida.

Y se acabó.
Acabó.
Se.
Y.

El mal del que ama mucho es siempre sufrir, si es que no aprende que hay que dar amor y no pensar en recibir. Las gracias son para mí y para aquel que me permitió llegar a uno de los puntos máximos de altruismo; las gracias por esos regalos que sólo nos puede dar la mutua compañía, que nos era necesaria.

Y se acabó.
Acabó.
Se.
Y.

Gracias por el amor eterno. Aunque me haya dejado un regusto de acidez.
Es que se me repite
Y se repite.
Repite.
Se.
Y.

viernes, abril 04, 2014

Lombriz

Hoy noté que tengo más de un solo desamparado corazón. Que tengo muchos corazones, no sé si porque tengo muchos egos, o porque mi capacidad de amar es inmensa.

¿Dónde comienza en mí el amor por lxs otrxs y termina el amor por mí misma?

Como sea. Hay que aprender a amar sin pedir amor. Y todo es más feliz.

Para tí, y para tí también... hasta para tí que ya estás lejos, y para tí que a diario te tengo cerca. Para todos ustedes, mi desamparado corazón que tengo.

jueves, marzo 20, 2014

Negro que te quiero negro

Ya pues negro, concédame esta pieza
tanto miedo que me da pedírtela
tantas ganas de que fuera cierto

Pucha negro, sucede que la verdad
se me cae sobre los hombros
junto con este valsesito suave
que quisiera compartir contigo
remontando el tiempo
que perdí sin tí

Es que negro
yo nunca hubiera querido
tener que dejar el vals que bailamos
el ruido de los djembés
los compases disonantes
que de una u otra forma
armonizaron

jamás hubiera querido
dejar de amarte en cada sorbo
o de verte hecho carne de cañón
debajo de mis muslos malogrados
por la angustia de la fugacidad

por eso negro es que te pido
que en el fondo de tu sien me guardes
que mientras reposas
allí en otros brazos
sepas que los míos, aunque dormidos
todavía no he querido bajarlos

y aunque tenga que hacerlo por la fuerza
te vuelvo a repetir en mi congoja
yo nunca hubiera querido
dejar de bailar
nuestro vals de la secreta compañía
escondido en las cuatro paredes de tu pieza
con ese dejo amargo
de la fugacidad de nuestra noche

Estas mismas noches de calor compartidas
estos temores del alma
esta pasión que se encabrita
ese trémulo de cuerpo
esa sed tuya y mía
resuenan con este valsesito

y cuando pase por las calles de santiago
te habré de recordar
por mal nacido
en esa tierra
donde puse mis fieras ansias de ser libre
bien llamada es, por cierto
ciudad traicionera