martes, agosto 30, 2011

Palabra de doble A (antropóloga y artista)


Cuando salí de casa empecé a hilar versos para un muso que debía morir, pero fue inevitable. Recuerdo haber dicho para mí misma que fue parido al lado de un arcoiris, en un jardín besado por el mar. Recuerdo bien también cómo nació en esta tierra casi mía que estoy alquilando. Calculé que sus 5 soles más mis 9 pehuenes dan como fruto 14 venas de agua fría. Noté que nació en un día en que nacen todos los irremediablemente musos, así que me resigné.

Sus rayos de luz me gustan porque crecen a su suerte. Yo lo vi venir y volar y sonreír perdido; y bueno, me encantó. Hoy vi a una flor venir y subir a los cielos; ella cantaba, yo recordaba su música infinita en una noche larga de esas épicas en torno a un montón de colegas y recordé la cítara que este muso infinito tiene pegada a los dedos. Fue el momento más fuerte, cuando con la conciencia supe que esos instantes, esas noches labradas de oscura bohemia, son recuerdos valiosos que en formato fotograma atesoraré para llamarles juventud.

He comprendido a los días, las horas, los segundos presuntamente malgastados como la riqueza grande que son. Ah, memoria, déjame retenerlo un poco más, a él y todos los instantes en su torno; los quiero amarrar como queriendo amarrarlo a él también.

Bendita juventud llena de él y de otros, llena de imágenes y de imaginaciones, llena de volátiles y sonoras constelaciones.

Volátiles, con cuidado, que es un soplo y se me va a pasar.

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