La relatividad del trato impulsa esos vientos magnéticos que son posibles. Hacer circular tales ventiscas de aire no es sencillo ni corriente: se requiere de algo que nunca se toca ni se ve; sin embargo las polaridades, combinadas en su justa medida, acrecientan ese poder de acercamiento que nos convoca como un grito sordo de espontánea fraternidad, posiblemente lanzado para llegar aún más lejos.
Es una sustancia adictiva. Es un largo camino lleno de peajes, preámbulos, powerbalads, kilos de pan, amabilidad, displicencias. Se que nos gustaría podar ciertas malezas. A mí por mi parte no me gusta podar la mía para poder dejarla como una liana jalable en cualquier momento, cuando las ganas estén despiertas y sin lagañas, cuando la rudeza y la hostilidad dejen entrever la fuerza de una pasión tórrida... irremediable.
El otro lado tiene mil lados como los tengo yo. Bella imagen, chocolate... hasta melcocha. Cargante como una torta de merengue, pero mal necesario al fin y al cabo, de esos que hacen sentirse completo, diáfano, radiante. Se da poco, incluso ahoga hogueras.
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