Lluvia negra y me remonto a la noche fría más cálida. Lluvia negra y química de la piel. Era un montón de oscuridad iluminándome la vida, prendiendo fuego al órgano más extenso de mi ser.
Y como no sólo de fuego se alimenta la hoguera de mi vida, la magia se hizo cargo de combinar a la perfección la furiosa combustión de nuestra atracción que ya reventaba, con una sincronía casi increible entre ella y lo profundo, eso que hace palpitar con cada cosa, eso que transgrede las noches locas o los momentos de bohemia... una cosa que perdura más allá y que avanza día a día.
Qué maravilla... volver a creer que hay cosas que merecen la espera.
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