lunes, marzo 15, 2010

Ángel

Nunca lo fui. Nunca lo he sido... y nunca lo seré.

Aquí entre nos, nunca me gustó ese apodo, por dulce que a otra mujer le pueda parecer. Es que yo no lo soy. Y qué ganas de haber dicho: "compadre, ¡soy una diabla!"

El caso es que no se podía, porque alardear no es bueno; siempre hay que demostrar con hechos. Y haber demostrado habría significado grandes riesgos, apegos, lazos...


Cosas que yo no quería.

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