lunes, mayo 31, 2010

Mío


Desde que te ví me deslumbraste; fue simplemente eso. "Pasaste y mis ojos contigo se fueron" te escribí en mis primeros versos. Todo se gestó como una magnífica ilusión, como un sueño despierto que caía en una perfección; a ratos me parecía imposible.

Aun así tuve muchas certezas, pues tus ademanes de embelezo y esa sana coquetería que traías instalada en tu paso cimbrante siempre fue escueta: yo tenía algo que a tí te hacía darte vuelta.

No me explico cómo, ni porqué justo en ese momento nuestras vidas se cruzaron. No sé qué tenías tú que yo no podía dejar de amarte, de admirarte, de desearte; no podía dejar de preocuparme por tí, por tu interioridad, tu futuro, tus dudas, tus problemas.

Absorbí todo lo tuyo: entré tanto en tu vida y tú te hiciste tan parte de la mía que... ah, cuando me lo quitaron... no se quién me lo quitó pero sentía que me lo arrancaban a la fuerza, que me despojaban de una parte íntima de mi, que me dejaban con la herida abierta. No había compañía, alegría, palabra de aliento o cosa que aliviara mi dolor.

Era como un desgarro, todos los días, a cada hora y creéme que me costó tanto salir de ahí! Usted no sabe, pero desde ese 30 de noviembre que no pasó un día en que no habitase en mi mente, que yo no lo extrañase, que yo no lamentase su partida.

Y por mucho tiempo, e incluso ahora, mi gran deseo es verlo volver, sin embargo me he resignado y comprendo que otros pequeños hombrecitos maravillosos habitan el mundo, y que vale la pena conocerlos.

Es fuerte volver a mirarlo y no sentir practicamente nada más que el puro recuerdo... después de haberme sentido morir por su persona.

¿Eso es amor? Usted forma parte de mi historia.

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