jueves, febrero 04, 2010

Ambivalente

La moneda que tengo en las manos tiene dos caras: una se llama Amor y la otra Desamor. Es fuertísimo sostener, en una sola y misma mano, dos situaciones tan divergentes, que se contraponen y que provocan efectos 100% distantes el uno de otro.

No sé bien cómo sentirme al respecto. Yo, sí, estoy bien. Como se trata de volver a empezar, debo reconocer que me cuesta mucho retomar esa confianza de antaño y partir sin miedos; sin embargo estoy yendo paso a paso, sin apuros, mirando a mi al rededor, con las precauciones de no cegarme y más que nada en términos generales, de no repetir aquellos errores que me trajeron tanto dolor y tan eterna carga para mis jóvenes hombros en una pasada ocasión.

Prefiero disfrutar de esas pausas e ir saboreando pacientemente todo eso que se va gestando en las entrañas, como si mirase a la semilla germinar, a la planta crecer, a la flor abrirse de par en par. Es una maravilla inquietante saber que algo está creciendo y que no se sabe hasta donde llegará.


¿No te pasa que, pese al poco tiempo, ya me extrañas? A mí me sucede a ratos, y eso no pasa con cualquiera.

El problema es que ahora estoy tomando conciencia de la otra cara: el Desamor. Tengo unas tremendas sospechas de ser parte de uno y lo último que quisiera es causar en alguna persona el mismo daño que a mí me hicieron. Ya viví tanto dolor, tanta angustia, tensión, ansiedad, tristeza, amargura... ah, me sentiría una desgraciada infeliz causandole algo así a alguien.

Se que no tengo la culpa; que su corazón se enfocó mal incluso sin querer. En cuanto al mío... lo lamento... CERRADO POR REPARACIÓN.

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