Sin interludio de libertad. Eso será tema aparte.
Comenté que había roto mis prejuicios hace unos años y que eso me había traido muchísimo aprendizaje; sin embargo, el camino del conocimiento es largo. Tengo la sensación de que nunca acaba, lo que resulta maravilloso.
Como ya dije, y escuché por ahí: "no hay que perder la curiosidad ni la capacidad de soprenderse". A mi juicio eso es propio de una vida plena.
Ahora entré en un nuevo proceso de la ruptura de las ideas preconcebidas acerca de los demás, y lo rico es que no entré sola: mi madre está pasando por lo mismo y lo encuentro una maravilla que a su edad (tampoco es tanta pero son 30 años más que me lleva de ventaja) todavía pueda sorprenderse con cosas simples y que, a través de eso, se acerque un poco más a mi visión de la calidad de los seres humanos.
Esa calidad no tiene nada que ver con el bolso artesa, con el chocopanda, el tatuaje, el piercing... o en su caso particular, con el moñito del Hippie que sentó cabeza sin olvidarse de lo que fue.
Qué bonito verla descubriendose a través de otro, qué bonito verla haciendo cambios, forzando el rupturismo, ayudando a que otros seres humanos desarrollen sus propias alas.
Hoy mi viejo no está en casa, y desconozco su paradero, igual que la vez anterior. Sin embargo, la segunda vez duele menos, dicen por ahí. Yo sé que él también está tomando un mejor rumbo y que lo amo incondicionalmente como prometí que lo haría con mis dos padres, por siempre.
Intuyo que frecuentaré Osorno más que antes.
Comenté que había roto mis prejuicios hace unos años y que eso me había traido muchísimo aprendizaje; sin embargo, el camino del conocimiento es largo. Tengo la sensación de que nunca acaba, lo que resulta maravilloso.
Como ya dije, y escuché por ahí: "no hay que perder la curiosidad ni la capacidad de soprenderse". A mi juicio eso es propio de una vida plena.
Ahora entré en un nuevo proceso de la ruptura de las ideas preconcebidas acerca de los demás, y lo rico es que no entré sola: mi madre está pasando por lo mismo y lo encuentro una maravilla que a su edad (tampoco es tanta pero son 30 años más que me lleva de ventaja) todavía pueda sorprenderse con cosas simples y que, a través de eso, se acerque un poco más a mi visión de la calidad de los seres humanos.
Esa calidad no tiene nada que ver con el bolso artesa, con el chocopanda, el tatuaje, el piercing... o en su caso particular, con el moñito del Hippie que sentó cabeza sin olvidarse de lo que fue.
Qué bonito verla descubriendose a través de otro, qué bonito verla haciendo cambios, forzando el rupturismo, ayudando a que otros seres humanos desarrollen sus propias alas.
Hoy mi viejo no está en casa, y desconozco su paradero, igual que la vez anterior. Sin embargo, la segunda vez duele menos, dicen por ahí. Yo sé que él también está tomando un mejor rumbo y que lo amo incondicionalmente como prometí que lo haría con mis dos padres, por siempre.
Intuyo que frecuentaré Osorno más que antes.
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