De pronto hay "lazos" que cortar. Yo, nunca fui tu "amiga"... es más yo sé porqué quieres llamarme así, y me molesta. Yo sé que estás empujando para mover una montaña, pero resulta que esa tremenda elevación es mía y no te pienso ayudar a correrla, ni un centímetro.
Ahh... qué ganas de contestarte y decir: "porque sí, porque ¡es obvio! te quiero fuera de mi vida, no me interesas, no estoy ni ahí contigo". El problema es que le temo a la implacable ley de Causa y Efecto. Si actúo así, probablemente el fantástico invento de los australianos me fulmine sin piedad.
Una pausa, supongo. Templanza, calma. Respiro bien hondo, pero al soltar el aire despacito me encuentro con otra cosa dentro mío que me molesta muchísimo.
... Ya lo sé, ya sé, tengo que tomar una desición y hacer algo. Pero insisto en que no es el momento y no me quiero adelantar. Otro paso en falso ya sería como mucho; si fallo, se terminó la lucha, supongo.
Estoy celosa, quizás, de tu holgado estilo de vida. Me parece que sigues, así como si nada, mientras tengo una tropa de boludos girando en torno a mí. Ninguno de esos es lo que yo quiero. Hace años que sé qué es lo que quiero. La diferencia es que ya asimilé el hecho de no tener cada capricho a la inmediatez, lo acepto.
Pero ¡no he terminado! no he renunciado todavía. Y ya es segura una cosa: tendré un golpe doloroso o una alegría estratosférica. La única forma de salir de la duda es actuar.
Ahh... qué ganas de contestarte y decir: "porque sí, porque ¡es obvio! te quiero fuera de mi vida, no me interesas, no estoy ni ahí contigo". El problema es que le temo a la implacable ley de Causa y Efecto. Si actúo así, probablemente el fantástico invento de los australianos me fulmine sin piedad.
Una pausa, supongo. Templanza, calma. Respiro bien hondo, pero al soltar el aire despacito me encuentro con otra cosa dentro mío que me molesta muchísimo.
... Ya lo sé, ya sé, tengo que tomar una desición y hacer algo. Pero insisto en que no es el momento y no me quiero adelantar. Otro paso en falso ya sería como mucho; si fallo, se terminó la lucha, supongo.
Estoy celosa, quizás, de tu holgado estilo de vida. Me parece que sigues, así como si nada, mientras tengo una tropa de boludos girando en torno a mí. Ninguno de esos es lo que yo quiero. Hace años que sé qué es lo que quiero. La diferencia es que ya asimilé el hecho de no tener cada capricho a la inmediatez, lo acepto.
Pero ¡no he terminado! no he renunciado todavía. Y ya es segura una cosa: tendré un golpe doloroso o una alegría estratosférica. La única forma de salir de la duda es actuar.
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