TENGO que escribir otra vez. No sólo porque una entrada de Zancada me estaba refrescando la memoria. Sino también porque a través de ese sitio descubrí a una persona a la cual mi larguísima pero joven historia puede servirle.
Aquí voy. Voy a desenrollar TODO. Intentado por fin comprender lo que sucedió, sin tanta metáfora, y despegándome del "don de la retórica" que Usted impulsó:
... Como ya te expliqué, yo era muy joven y -muy en contra de lo que mi cabeza me dictaba- me fui acostumbrando a la presencia de una persona que me devolvió la confianza en los hombres y los motivos para seguir adelante. Yo pensaba que me gustaba mucho, que despertaba mi imaginación y que me ayudaba a descubrir el mundo al que de a poco me tendría que enfrentar. Sólo eso. Me refiero a que, para mí representaba una de esas personas que pasan por nuestras vidas apoyando nuestro crecimiento; personas que algún día se irán pero que habrán dejado una tarea bien hecha en nosotros; personas que recordaremos, pero que asumiremos que son parte del pasado.
Así había sucedido con varios antes. Los reconocía, los asumía, cumplían su ciclo y se iban. Yo, aceptaba y aprendía. Punto. Esta vez, por alguna razón, no pudo ocurrir así.
Es cierto que mientras estuvo, la incertidumbre de si algo pasaría a veces me producía cierta impaciencia, frustración, etc. Sin embargo, redondeando esa etapa, puedo decir que fue un ciclo feliz. Amable, por sobre todo. Las cosas andaban bien.
Lo doloroso comenzó con su partida. Todo aquello que él con su actuar presagiaba, se había derrumbado. Nada de lo esperado aconteció. Allí me dí cuenta de cuánto lo había amado.
Me faltaba. Lloraba casi todos los días... por no decir todos (como fue hace tiempo, no puedo asegurarlo). Nadie en mi entorno familiar supo de esto, hasta que las lágrimas se me caían tanto, que mis ojos rojos e hinchados evidenciaban una profunda tristeza. No sólo se me notaba en eso: no quería levantarme, comer, salir con amigos... en fin... hubo momentos en los que no quise vivir.
Trato de entender qué pasaba. Puede ser que en mi inmadurez no comprendía... no dimensionaba lo que estaba sintiendo. Tampoco me cabía en mi joven cabeza que tanta ilusión no hubiese llegado a nada. Lo extrañaba desde adentro. Así mismo como tú lo definías... llegaba a ser un dolor físico (iré a revisar mis anotaciones de esa época, para recordar un poco). Reía menos, ya no me miraba al espejo, no tenía ganas de estudiar. Tengo una cita de mis escritos, que dice: "yo lo quería, de verdad había desarrollado algo que iba más allá de la atracción física, mal que mal, tanto tiempo observando a alguien que te mira lindo y hace cosas por tí te hace quererlo. Hoy salí más temprano y me senté en el pasillo, en la misma parte donde estuve esa vez y tocaba guitarra. Recuerdo cómo yo tocaba ahí y desde la banca que está cerca del quiosco él me tiró un beso. Lo sacó con su mano izquierda desde sus labios y extendió el brazo como si quisiera llegar donde mí. Hermoso. Y hoy el pasillo estaba vacío (...) Echo de menos sus ojos, los tuve tantas veces que después se hizo cotidiano".
Paralelamente, muchas amistades cambiaron durante este tiempo. Algunas se quebrantaron, otras se distanciaron, etc. Diferentes cambios que me fueron dejando más sola. Con más ganas de tenerlo cerca, conmigo. Además pasaba mucho tiempo sola en casa, me ponía a pensar y uff... vuelta a las lágrimas.
Bueno, por otro lado, crecía de a poco. Mi vena social afloró aún más cuando comencé a pensar que en Navidad había mucha gente sola, pobre... empecé a pensar en los niños también, y empecé a odiar la Navidad, que ese año para mí fue una fiesta de mierda, igual que el Año Nuevo.
Todo esto, en mi interior, por supuesto. Yo intentaba aparentar que todo estaba bien; es más, intentaba convencerme a mí misma de eso. Creía que podría olvidar con el alejamiento de verano -como lo había hecho anteriormente- pero obviamente, no fue tan fácil.
Cuando esto ya comenzó a ser notorio, y tuve que hablar con mi madre al respecto, fue cuando sentí ese cuchillo en el estómago. Fuertísimo porque venía de alguien que me dijo que siempre estaría conmigo. La cosa fue así: (...) bueno la verdad no me acuerdo bien, sólo se me quedó esa frase "pero nunca te buscó, nunca te quiso". ¡Hubieses escuchado como mi llanto estalló! Puedo decir que ya tengo esto bastante superado, pero aún así no puedo evitar emocionarme, no puedo evitar que mis ojos se mojen un poco de sólo recordar como estallé en los brazos de mi vieja (en algo que yo llamé "reventar en pedazos de húmedas estrellas"). Reventándome de dolor por una puñalada de algo que no quería creer verdad -y que hasta ahora no creo-, ya te contaré porqué nunca lo creí. Y eso no significa que esta historia tenga final feliz. De hecho no se si esta historia tiene final.
Si ya terminó, no se cuándo fue. No puedo precisar el momento.
Espero que te haya servido. Pronto te contaré otros dolores físicos que nacieron de las emociones.
Gracias por compartir tu historia conmigo Barbarella. No entiendo por qué la gente, muchas veces, ensucia la relación que tuviste (nunca te quiso, jugaba contigo, si te hubiese querido habría hecho BLA), como si eso te ayudara a olvidar. Lo que de verdad ayuda es recordar los buenos momentos, y saber que, pese al dolor actual, fuimos felices y volveremos a serlo. Al menos eso espero yo. Me encanta el nombre de tu blog, sigue subiendo!
ResponderEliminarLa gente que no te entiende (en particular la que es paternalista) tiene algo de razón: no QUIERES lo mismo a los 10, que a los 20, que a los 80 (probablemente a los 20 quieras carretear toda la noche, y a los 80 dormir toda la noche). El detalle es que tú no les hablas de lo que "quieres" sino de lo que AMAS.Para muchos resulta difícil comprender la diferencia. Ténles paciencia, escúchalos y diles lo sabios que son para que te dejen tranquila. Y haz lo que de verdad quieras hacer.
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