Cuatro veces porque la cuarta es la vencida, no la tercera como creen.
Es la rutina propia de mi exaltación cada vez que esto acontece, ondular los labios como mariposas para decir todo cuanto pueda recordar y ver de la persona.
Soy y caigo, en esa onda contemplativa que yerra al situarlos en pedestales, como si no pudiera hallarles falla alguna o bien, y ya en una actitud más sana, tolerar los defectos y pasarlos por alto... alto porque en alto están otras cosas, las cosas que me encandilan, que me fulminan como cualquier altura. Heme aquí viviendo la vida otra vez en torno al título de este blog.
Quiero hablar de tí sin pausas. Contarle a todo el mundo de tus cabellos donde el sol va a buscar sus mejores sueños -habla también sin pausas Vicente-, de tu mirada, tus risas y las primeras veces en que las aprecié; hablar de cómo te defiendes, de cómo avanzas por la vida sin pedir permiso, de cómo levantas la voz cual estocada; de tu método para fabricar el día y concebir la noche, de tu cabeza descansando en mi pie al pie de un lamento, de las barras, los guiños de ojo, los reojos, las congratulations y las pequeñas riñas. Quiero hablar de cosas grandes y pequeñas, todas con su propio sabor y su distinta escencia...
Qué rico irse fijando en otras cosas y poder decir que he subido unos cuántos peldaños de esta asención al cien por ciento celeste.
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