Es esta magia de mirar a los otros y poder mirarse uno mismo.
Me enfrento a lo distinto, comprendiendo esa realidad paralela, esa cosmovisión que de mí difiere y me extrapolo inmediatamente a mi propia realidad: ¿qué pienso al respecto? ¿qué siento? ¿cómo lo miro?
Me hacen sonreír esas culturas donde, desde niños, se les enseña a sus miembros que la vida estará llena de sufrimiento, penurias y dolores. Ahora miro hacia adentro, y empieza el rollo grande...
Somos una sociedad hedonista. Es más, yo me considero profundamente hedonista: no es que haya que avergonzarse de esta búsqueda incansable, pero allí, en la búsqueda de la realización, de la satisfacción personal, del placer, del disfrute de la vida; allí es donde me (y nos) gustaría evitar todo tropiezo, toda decepción, cualquier fracaso o sensación afín al dolor. ¿Por qué? Esta sociedad nos (y me) condiciona sutilmente; mira la publicidad nada más: todo aparece fácil, inmediato, cómodo. Debe ser que estas culturas ajenas, habituadas al sacrificio, preparan a sus miembros para una vida en que tanto alegrías como penas son válidas, y acá por el contrario se nos enseña a evitar lo último.
Un ejemplo, Nauthiz, la runa del dolor, es a la vez la runa de la necesidad. Los dolores necesarios. Esta runa sugiere que la mires con una sonrisa, porque sufrir en esa cosmovisión (nórdica) es sencillamente experimentar.
Algunos sufrimientos como parte de la vida. Y una aquí, tan occidental, con terror de hacerles frente.
Cambio de switch.
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¿y Usté qué piensa?