Míralo de nuevo. Ya no se resuelve el tema pretendiendo ser inmune a tanto encanto, a tanta seducción. Recíbelo. Yo usé esa misma, piensa, y todo lo que haya pasado al rededor de ello vuélvelo, a tu cabeza.
Anoche estabas en el oficio de plañidera, como despidiendo a un amado que se marchó; ayer estabas entre la vida de lo que nace y la muerte de lo que fue, llorando canciones como sonetos de agua salada; entonces, claro, no es sencillo asumir que su figura persiste a tu lado y aún se pregunta por los efectos que han tenido en tí las inclemencias del otoño.
Primera razón del día para encontrarlo sospechoso.
Ve hacia lo que te compete. Hay un camino que recién se inicia y no es una ruta menor; es entonces cuando no deberías distraerte, sin embargo hay miradas transversales en lugares poco cálidos. La mirada te busca. Recíbela, a veces. ¿Mera casualidad?
Segunda razón del día, para dejar de lamentarse como anoche.
Un trabajo que concluye, una imagen que perdurará a la orilla de un par de letras. Brillos y colores llenos de emociones fuertes. Recíbelos, sin revelarlo todo... como nunca conserva tu halo de misterio.
Tercera razón del día, para seguir al acecho de una presa.
Persisto en eso, eso de las semillas que se abrieron hoy día como pupilas nuevas. ¡Qué incierta belleza!
Incierta, incierta, incierta, incierta...
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¿y Usté qué piensa?