Paso número uno: soltar el pasado, dejarlo ir.
Me imagino lo difícil que debe ser para tí. En mi caso sé cuán difícil es. A mí se me vienen a la mente las noches infinitas, la piel de los que se funden, las lágrimas compartidas, las largas caminatas. Supongo que es el mismo proceso para tí, contraparte, pero más complejo: frente a un destierro fortuito, frente a un despojo, frente al azar y aquello que no está en tus manos.
Paso número dos: reconocerlo.
Este es siempre, según el cliché, el first step, sin embargo acá la historia tiene que romper con el establishment. Hay que darse cuenta, dejar de negar, sincerarse a través de las manos, la voz y la mirada, entre otros elementos anexos.
Paso número tres: dar la lucha.
A mí en lo personal me cuesta, pero puedo intentarlo. Tomaré aire como antes de cada causa social por la que me he abanderizado, y saldré a buscar mi victoria. Sal conmigo o no verás ninguna cosa.
Paso número cuatro: afianzar lazos
Acá es donde lanzamos la música tendida del uno al otro (dijo Vicente, antipoeta y mago), para que todo cobre sentido. Es importante decidir desde dónde miramos para ver al otro y vernos a nosotros mismos. Se permiten las observaciones etnográficas, o más bien yo te permito que me hagas una; valen también las entrevistas en profundidad y empinarse -por qué no- en las historias de vida.
Paso número cinco: ...
Lo desconozco, no quiero saber. Siempre pienso que si algo se hace en seis pasos puedo hacerlo en tres. Pero hay un paso no nombrado aquí, el uno coma cinco, que viene siendo tener paciencia... paciencia para que soltemos el pasado.
Hay que dejarse ser, hay que librarse de ataduras, hay que hacer más.
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